EL ESTADO CONFESIONAL.

miércoles, 15 de abril de 2009

Edgar González Ruiz. Contralínea.
Gran escándalo desató la exhortación que el 15 de marzo hiciera la Arquidiócesis de México mediante el semanario Desde la fe: emitir un voto de castigo contra el Partido Revolucionario Institucional (PRI), al que acusaba de no colaborar en la pretendida “lucha contra el narco” del gobierno de Calderón, calificando de “incomprensible y sospechosa” la actitud de ese partido por no apoyar incondicionalmente leyes más severas, como la llamada ley de extinción de dominio, que aprueba confiscar las propiedades supuestamente involucradas en ese tipo de delitos.
En realidad, la llamada lucha contra el narcotráfico (analizando la manera en que la está llevando a cabo el gobierno de Calderón) sólo hace crecer la violencia asociada al comercio ilegal, cuya única solución sería la despenalización, como lo demuestra en la historia la prohibición del alcohol que a principios del siglo pasado hizo florecer el gangsterismo y la corrupción.
El gobierno no está acabando con el narco (pues de lo contrario el Chapo Guzmán no sería uno de los hombres más ricos del país), pero sí está promoviendo la militarización y la represión, mientras que las leyes, como la mencionada, podrían aplicarse de manera injusta y selectiva, como corresponde al espíritu de la derecha en el poder.
Pero es natural que ciertos sectores del clero defiendan a capa y espada al gobierno federal, a la vez que ataquen rabiosamente a la oposición y en particular, en el caso del PRI, a un partido que, pese a sus errores en el ejercicio del poder, tuvo la virtud de mantener la separación entre el Estado y la Iglesia.
Una y otra vez se ha denunciado que el clero ha recibido limosnas provenientes del narco, e incluso algunos prelados lo han aceptado (por ejemplo, en 2008, Carlos Aguiar Retes, presidente del Episcopado, quien exaltaba la generosidad algunos narcos, y en 2005, Ramón Godínez Flores, el extinto obispo de Aguascalientes, quien afirmaba que esos donativos se “purifican” en los templos). La incongruencia entre actitudes tan comprensivas con las limosnas y tan intolerantes contra la oposición se explica por el hecho de que en el sexenio actual rige una política de total apoyo al clero y, por ende, sea cual sea la realidad de las narcolimosnas, es previsible que las autoridades no procederán imparcialmente en esos casos.
En los hechos, el gobierno federal no es laico, sino confesional, dadas las raíces ideológicas de Calderón y del Partido Acción Nacional. Así, las diferentes dependencias están defendiendo los intereses clericales: la Secretaría de Educación Pública censuró, el año pasado, los libros de educación sexual del Gobierno del Distrito Federal, pues no eran del agrado de grupos conservadores. En contrataste, la SEP financió publicaciones de estos mismos grupos conservadores.
Otros ejemplos: el Ejército es complaciente con los proyectos del clero para tener más influencia en las filas castrenses; en la Secretaría de Gobernación, la Subsecretaría de Asuntos Religiosos y la de Migración están en manos, respectivamente, de las señoras Ana Teresa Aranda y Cecilia Romero, exmilitantes de la ultraderecha católica, que actúan en conformidad con las líneas de la jerarquía. Bajo el pretexto de crear “puentes vacacionales”, se ha eliminado el calendario cívico, con fechas que molestan a la derecha católica, como el natalicio del Benemérito de las Américas, Benito Juárez; en 2007, la Procuraduría General de la República y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (esta última bajo el mando de José Luis Soberanes, otro militante de grupos conservadores) hicieron el papel de abogados del clero para impugnar ante la Suprema Corte la despenalización del aborto en la ciudad de México, mientras que elementos de la Policía Federal Preventiva, destacados en el interior de la catedral de México, apuntalan la autoridad del cardenal. Los anteriores son sólo algunos episodios conocidos del maridaje del gobierno calderonista con la Iglesia.
En días recientes ha circulado en la web la renuncia de Luis de la Barreda como consejero honorario del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, documento fechado el 25 de marzo de este año, y donde el jurista da a conocer la forma agresiva y arbitraria en que se está llevando a cabo el desmantelamiento de la obra que muy dignamente realizara en vida, al frente de ese consejo, don Gilberto Rincón Gallardo. Significativamente, instancias como el Arzobispado de México han expresado su intención de perseguir a sus críticos mediante la argucia jurídica de acusarlos de “discriminación”, para lo cual el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación les sería de gran ayuda y dando por hecho que, en contraste, nunca va a cuestionar los furibundos ataques que desde los púlpitos o desde sus publicaciones suelen lanzar algunos prelados contra las mujeres que abortan, los homosexuales o contra los partidos de oposición.
Recíprocamente, sectores clericales están afanados en sus labores políticas, resumidas en el apoyo al poder derechista, como en el caso de la Ley de Extinción de Dominio.


El compromiso Monsanto.
Escrito por Vicent Boix, escritor, autor del libro “El parque de las hamacas”
Tomado de “Revolucionemos Oaxaca”.
“Hemos conseguido mejores semillas y mejores opciones para los agricultores en países desarrollados y en vías de desarrollo -para ayudarles a cosechar más alimentos, a utilizar menos pesticidas y a mejorar sus oportunidades económicas.” Hugh Grant, presidente de Monsanto.1
“Contribuir a la mejora del nivel de vida de los agricultores. La compañía ayudará a mejorar el nivel de vida de los agricultores, incluyendo cinco millones de personas de familias de agricultores con pocos recursos en 2020.”
“El tercer elemento del compromiso de Monsanto es mejorar la vida de los agricultores, incluyendo tanto a los pequeños agricultores como a los agricultores con pocos recursos. Parte de este compromiso es ofrecer productos que incrementan la productividad y reducen los gastos necesarios para combatir los insectos, malas hierbas y otros problemas que afectan a los cultivos.”
Extracto del Compromiso de Monsanto para aumentar la productividad. Junio de 2008.2

Se abre el telón
Al parecer, Monsanto, la transnacional química y biotecnológica, está comprometida con el bienestar del agricultor, su economía y su estilo de vida. Desde hace años, la industria y su comparsa ha venido argumentando y defendiendo que con la transgenia la situación económica del agricultor iba a mejorar notablemente, con todo lo que ello conlleva: mejora en la alimentación, acceso a educación, reducción de la pobreza, etc.

La propaganda inicial fue más allá, cuando advertía sin tapujo alguno, que los transgénicos eran un instrumento necesario para reducir el hambre en el mundo. Por momentos, los principios y los valores de ciertas multinacionales químicas, se parecían más a los de una ONG que a los de aquellas que fabricaron el DBCP, los PCB’s o el agente naranja.

No hace mucho, sacaban pecho ante las supuestas bondades económicas de los transgénicos. Claro, sin tener en cuenta que el negocio lo hacían unos pocos y que dicha tecnología favorecía la desestructuración del tejido productivo y social. Bajo este prisma reduccionista y cortoplacista, se cometieron autenticas aberraciones. Por ejemplo, Argentina sembró de soja (mayoritariamente transgénica) más de la mitad de su superficie cultivable. Con el avance de las semillas modificadas genéticamente se talaron bosques, se incrementó el uso de químicos, se expulsó a campesinos de sus tierras, se descuidó la soberanía alimentaria en favor de la agroexportación, se abandonaron variedades tradicionales, etc. El agricultor, poco a poco, se fue enganchando a un paquete tecnológico. También a un modelo agrícola basado en la exportación, sustentado en el libre mercado y gobernado por intermediarios, latifundistas y transnacionales de diferente pelaje.

En 2008 estalló la crisis económica global, pero el campo ya estaba en regresión mucho antes. A pesar de la crisis y la fuerte recesión en la venta de insumos químicos, el año 2008 se caracterizó por una espectacular subida en el precio de éstos. Se atribuyó a diversidad de factores: el incremento del valor del petróleo, la movilidad del dólar, la crisis en USA, etc. No obstante, algunos datos sugieren otro tipo de causas mucho más terrenales y empresariales.

En febrero de 2008, Monsanto pronosticaba para dicho año un incremento en el beneficio bruto por la venta de Roundup que oscilaría los 1300 y 1400 millones de dólares, “…respaldado por el aumento de los volúmenes y los precios a nivel mundial.”3


Claramente la transnacional preveía, que por lo menos una parte del aumento en sus ganancias, derivaría de la subida en los precios de venta del producto. Este dato se consolida al analizar un informe financiero editado el 2 de abril de este año, sobre las ventas, precios y beneficios brutos del Roundup y otros herbicidas a base de glifosato 4:

2007 2008 2009 (previsión) 2012 (previsión)
Volumen de venta
(millones de Galones) 252 257 ~230 ~300

Precio por galón >11-13 ~20 >20 16-18
(Dólares)

Beneficio bruto 854 2.000 ~2.400 ~1.900
(Millones de dólares)



Si ya desde mediados de 2008 el precio del petróleo empezó a disminuir ¿Por qué siguió aumentando el precio de glifosato durante este año, incluso con una reducción en la venta del volumen? En sus negocios a nivel más general, la misma transnacional manifiesta que tiene previsto duplicar su beneficio bruto, de 4.200 millones de dólares en 2007 a 9.750 en 2012. Toda una exhibición de equilibrismo comercial, durante unos años, en los que se vivió una crisis en los precios de los alimentos, una crisis energética y una crisis económica global. Todo ello, adobado con una crisis estructural de la agricultura a pequeña escala, marcada por una clara reducción -en algunos casos claudicante- de los márgenes de ganancia ¿Queda más o menos ilustrado quién sale ganando con la amplificación del precio de los agroquímicos?

Las crisis a fin de cuentas, no las acaban sufriendo todos. Lo que para unos es una bacanal financiera, para otros es una vuelta de tuerca más. Los agroquímicos podrían suponer aproximadamente el 25% de los costes totales del agricultor (dependiendo claro está del tipo de cultivo). Por eso un incremento abultado repercute negativamente en la maltrecha economía agrícola. En España y según datos de la Coordinadora de Organizaciones Agrarias y Ganaderas (COAG), la Unión de Consumidores de España (UCE) y la Confederación Española de organizaciones de amas de casa consumidores y usuarios (CEACCU), el incremento en los precios de fertilizantes supuso un sobre coste de más de 700 millones de euros en 2008.5 En el país del “milagro agrícola”, Argentina, este año los márgenes de ganancia de algunos cultivos se podrían reducir drásticamente, en parte por este aumento del precio de los insumos.6

Como se decía, en el campo se junta el hambre con las ganas de comer. Los costes suben por una parte y los ingresos se comprimen por la otra. Según datos de la Unió de Llauradors i Ramaders, la mandarina en el País Valenciano se pagó esta temporada a 0,14 euros/kilo, cuando el mínimo aconsejable para sufragar costes era de 0,24. 7 Según el Índice de Precios en Origen y Destino de los Alimentos, que confecciona la COAG, la UCE y la CEACCU, los agricultores en España percibieron aproximadamente el 20% de lo que el consumidor paga por un determinado producto.8 Esto supone un auténtico abuso que sitúa a la agricultura en el corredor de la muerte.

Al igual que sucede con la distribución de los alimentos, que cada vez está más concentrada, el monopolio de ciertas empresas que fabrican y venden agroquímicos les confiere una posición privilegiada para establecer los precios. En países como México, la desnacionalización de la industria petrolera supuso el fin en la elaboración de fertilizantes baratos. Ahora, miles de agricultores los tienen que comprar más caros a empresas multinacionales. Los transgénicos en este contexto, generan más dependencia a estos productos químicos y por lo tanto más beneficios para Monsanto y compañía.

A groso modo, se están haciendo realidad los presagios maquiavélicos que la izquierda social viene denunciando desde hace años. La globalización neoliberal, con la ayuda de ciertas tecnologías, ha concentrando la tierra, los insumos, las semillas, el comercio, la distribución y la venta de alimentos, cada vez en menos manos. Eso, para algunos, significa competitividad. Para la inmensa mayoría, el final.


En España, el gobierno seudo izquierdista de Rodríguez Zapatero, está siendo partícipe en la defenestración de la agricultura tradicional y en la proliferación del negocio transgénico y químico. Para apreciar la ceguera -por no decir ebriedad o complicidad- del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARN), revisen con atención estás dos notas recientes:

1- El 3 de abril, el MARN hizo público un informe en el que NO creía necesarias reformas urgentes para mejorar el margen de ganancia de los citricultores españoles. Es decir, el hecho de que éstos vendan su producción más barata que hace dos décadas, y en muchos casos, por debajo de los precios de coste, no es alarmante para la administración.i Como ya quedó claro, los “planes de salvamento” con sus estratosféricas sumas de dinero público, se los llevan los de siempre.

2- El 8 de abril, el ministerio que debería velar por el medio ambiente y la agricultura, editó un manual de buenas prácticas agrícolas en la aplicación de fitosanitarios, en el que se reconoce que “…los productos fitosanitarios son imprescindibles, ya que constituyen la base de la defensa de las cosechas frente a las plagas y hacen rentable la producción de alimentos de calidad. De esta forma, la guía explica que prescindir del empleo de los herbicidas daría lugar a unas pérdidas de producción entre el 20 y 30% como valor medios, pudiendo llegarse a valores de hasta el 75%. Otro tanto puede decirse de los insecticidas y de los fungicidas, gracias a los cuales se asegura que al consumidor llegan unos alimentos de calidad, exentos de microorganismo que puedan ser peligrosos para su salud.” 10
Para el MARN, lo rentable en la producción de alimentos es alienarse a unos insumos que en pocos meses se encarecieron brutalmente, ahogando todavía más al pobre campesino. Lo que para las organizaciones agrarias y de consumidores es un lastre, para “nuestros representantes” es una oportunidad de negocio. Lo que para “nuestros representantes” no es problema alguno (abuso en el precio de compra), para las organizaciones sociales es el auténtico lastre ¿Quién comanda el MARN? ¿Hugh Grant? ¿O tal vez la Duquesa de Alba?

El asunto de la mejora productiva por unidad de superficie no va relacionado directamente a la rentabilidad, ya que simplemente no soluciona el problema troncal: el esquelético precio que recibe el agricultor en el campo. Es más, una mayor producción de un cultivo x en una determinada región, puede acabar derrumbando los precios. De hecho, los citricultores valencianos, desde hace años vienen exigiendo medidas a las diferentes administraciones para que detengan el cultivo de nuevos plantíos que saturan el mercado y micronizan los precios.

Sin duda alguna, la agricultura ecológica es en si, el mejor argumento para contrarrestar los panfletos de los burócratas del MARN, en cuanto a rentabilidad y calidad. Porque también para combatir a los microorganismos existen otros métodos diferentes a unos productos químicos, que pueden resultar muy peligrosos.

Por este apoyo silencioso y encubierto al mayor genocidio laboral, social y cultural que se está produciendo en España, por el vergonzoso honor de ser el único país de Europa que cultiva a gran escala transgénicos y por defender los intereses de terratenientes y transnacionales, decenas de organizaciones sociales se manifestarán el próximo 18 de abril en Zaragoza, exigiendo el cambio en una política agraria que convierte el país en el cortijo de unos pocos.11


Por último pardiez y antes de que se olvide, dejar claro que los compromisos sociales de Monsanto y los de otras corporaciones, sólo son polvo cósmico. Como se ha visto, entre sus objetivos no está precisamente “ayudar a mejorar el nivel de vida de los agricultores…” ni “…ayudar a cosechar más alimentos, a utilizar menos pesticidas y a mejorar sus oportunidades económicas.”. Estos dicharachos no son más que marketing comercial, que hoy en día, a casi nadie engañan.

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