CONTRA LA EDUCACION POPULAR.

viernes, 6 de marzo de 2009

Normalistas rurales, innecesarios: SEP

Autor: Paulina Monroy. Revista Contra línea.
1 Marzo 2009

Rodolfo Tuirán Gutiérrez, subsecretario de Educación Superior de la SEP, asegura que el cierre de normales rurales se debe a que el número de maestros excede la demanda de alumnos. No obstante, estadísticas del Instituto Nacional de Evaluación para la Educación demuestran lo contrario.
El titular de la Subsecretaría de Educación Superior (SES), Rodolfo Tuirán Gutiérrez, justifica el cierre de las escuelas normales rurales (ENR). Advierte que “no se pueden formar docentes como si no importaran las tendencias demográficas, cuando la fecundidad en el país está disminuyendo”.
En opinión del subsecretario, esta reducción impacta la educación básica, media y superior, por lo que sugiere que se regule el número de vacantes para que se empate la generación de profesionales con la demanda que existe: “Debe haber una vinculación entre la matrícula de la normal y las vacantes que se abren en el magisterio. Hay un límite determinado de egresados y no se pueden producir miles y miles como si se obviara ese procedimiento”.
Por ello, concluye, debe haber reformas fundamentales por las que se elijan maestros más capacitados y mejor formados. “La Alianza para la Calidad Educativa apunta en esa dirección, para garantizar concursos de oposición públicos y abiertos que impacten sobre la matrícula de la educación superior”.
En su reporte La calidad de la educación básica en México 2006, el Instituto Nacional de Evaluación para la Educación (INEE) da cuenta del descenso en el número de alumnos, escuelas y maestros en la educación normal.
Mientras que en el periodo escolar 2000-2001, cuando el total de estudiantes fue de 200 mil 90, en el periodo 2006-2007 disminuyó hasta 136 mil 339. Durante ese primer periodo había 655 normales, las cuales se redujeron a 484 para 2007. Además, en 2000 se contaron 17 mil 366 maestros, y siete años más tarde apenas 15 mil 635.
“Tal reducción –señala el Instituto– es reflejo de una política que se propone un equilibrio entre el número de docentes en formación y las necesidades de la educación básica”.
En México hay 16 normales rurales que admiten a hijos de campesinos y obreros, quienes de otra manera no podrían recibir ningún tipo de educación universitaria. A modo de internado y con el otorgamiento de becas, las normales rurales preparan a los futuros docentes para que impartan clases a niños y jóvenes que, como ellos, viven en las zonas más pobres del país.
Así, ofrecen licenciaturas en educación primaria, telesecundaria, preescolar, especial e indígena. El objetivo de los normalistas no se limita a la educación; buscan apoyar a las regiones más desprotegidas, fomentando proyectos y modos de organización para superar la pobreza.
Sin embargo, en el último año, su matrícula se redujo de 7 mil 632 a 7 mil 32 alumnos, por el cierre de la normal Luis Villarreal en El Mexe, Hidalgo. De la escuela, que por más de 80 años se mantuvo en pie, egresó la última generación en julio pasado. Sus instalaciones fueron ocupadas por una universidad técnica y tres años atrás se canceló el nuevo ingreso.

Miguel Ángel Osorio Chong, gobernador de Hidalgo, argumentó que en el estado ya no se necesitan más maestros rurales, cuando, de acuerdo con el Segundo conteo de población y vivienda 2005, el índice de analfabetismo está por encima de la media nacional, que es de 8 por ciento (Contralínea 96).
Frente a la amenaza del cierre de normales rurales, que Contralínea ha documentado, la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), organización que agrupa a todos los estudiantes de las ENR, se ha pronunciado en contra de la Alianza por la Calidad Educativa. La Federación acusa que es una estrategia más para acabar con este modelo educativo.
El acuerdo entre el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y la Secretaría de Educación Pública propone concursar las plazas mediante exámenes de oposición, para seleccionar maestros. Los criterios de evaluación son homologados, sin tomar en cuenta la preparación de cada maestro. Así, los normalistas rurales deben contender con el resto del magisterio en condiciones de inequidad, no por estar menos calificados, sino porque su conocimiento y capacidades son diferentes. Tienen habilidades para enseñar a quienes, por la pobreza y marginación, están en desventaja en el nivel educativo.
Pese a la opinión del subsecretario de Educación Superior, el INEE advierte que “aún hay trabajo por hacer para que todos los niños en edad de cursar la primaria puedan asistir a la escuela en localidades pequeñas con menos de 100 habitantes”. Puntualiza que en localidades rurales, 435 mil 989 personas entre 6 y 14 años no asisten a la escuela.
El informe Panorama educativo de México. Indicadores del sistema educativo nacional 2007, publicado por el INEE, anota que, según el Segundo conteo de población y vivienda, en 2005 el 90.6 por ciento de la población de 6 a 11 años asistía a la escuela en localidades con menos de 100 habitantes. En contraste, observa, en localidades con más de 15 mil habitantes asistía el 97.6 por ciento.
Crecimiento en población estudiantil
Según el INEE, de 2000 a 2007, la matrícula en educación básica aumentó 6 por ciento, es decir, creció de 23 millones 565 mil 800 a 24 millones 979 mil 600 alumnos. A su vez, el número de maestros en ese nivel aumentó 9.3 por ciento. Mientras en 2000 se contaban 1 millón 13 mil 647 docentes, seis años más tarde el número ascendió a 1 millón 107 mil 942.
La población entre 3 y 14 años representa el 25 por ciento de la población nacional, es decir, existen 26 millones 224 mil 901 niños en edad escolar básica. Esta población crece a una tasa anual del menos 1 por ciento.
El informe refiere que en el ciclo escolar 2006-2007 el sistema educativo básico concentró a 25 millones 380 mil 505 estudiantes, 1 millón 125 mil 790 maestros y 271 mil 561 escuelas. Anota que la cobertura nacional en preescolar fue de 73 por ciento, en primaria, del 101.2 por ciento, y en secundaria, 80 por ciento.
“No sólo se debe procurar la efectiva universalización de la educación primaria –advierte el INEE en Panorama educativo de México. Indicadores del sistema educativo nacional 2007–, sino que debe ampliarse la cobertura de la educación preescolar y de la secundaria y mejorar la equidad y la calidad de los sistemas educacionales”.
Casi la totalidad de los estados superan el ciento por ciento de cobertura; no obstante, señala el INEE, “esta situación hace pensar en posibles inconsistencias entre las fuentes de información”. Desde su informe La calidad de la educación básica en México 2006, el organismo cuestionó los indicadores, pues “las tasas reflejan que hay más niños entre 6 y 11 años dentro de la escuela, que niños de esas mismas edades en el país, lo que resulta absurdo”.
Por otro lado, advierte que a partir del ciclo escolar 2002-2003 la matrícula y el número de planteles de primaria decrecieron, debido a la reducción del crecimiento demográfico y a que la cobertura se acerca al ciento por ciento.
En 2000 se inscribieron 14 millones 792 mil 500 alumnos y para 2006 el total descendió a 14 millones 548 mil 200. No obstante, el informe anual 2008 ¿Avanza o retrocede la calidad educativa? Tendencias y perspectivas de la educación básica en México asienta que, durante el ciclo escolar 2007-2008, la población estudiantil tuvo un aumento ligero de 14 millones 654 mil 100.
Entre los ciclos 1999-2000 y 2004-2005, el número de alumnos en sexto de primaria creció 6.1 por ciento. La población fue de los 2 millones 162 mil 936 a los 2 millones 294 mil 163 estudiantes. En seis años, 8 mil 505 niños llegaron al último grado de primaria en escuelas públicas rurales. Mientras que en 1999 se inscribieron 647 mil 458 estudiantes, en 2005 lo hicieron 655 mil 963.
A su vez, el nivel preescolar registra el incremento más importante de matrícula en educación básica. Del periodo de 2000-2001 al periodo 2007-2008, la población aumentó 28 por ciento, es decir, pasó de 3 millones 423 mil 600 a 4 millones 745 mil 700 niños. En cobertura creció del 50 al 76.4 por ciento en ocho años.
El número de maestros, alumnos y escuelas de educación secundaria también ha aumentado. En el periodo 2000-2001 se tenían registrados 5 millones 349 mil 700 alumnos, y para el ciclo 2007-2008 se contaron 6 millones 116 mil 300. La cobertura creció de 65.9 a 81.5 por ciento; sin embargo, en Panorama educativo de México, el INEE subraya que se debe tener presente que la universalización de este nivel requiere un esfuerzo importante.
Respecto a la matrícula en educación indígena y comunitaria, hasta el ciclo escolar 2006-2007 habían 533 mil 796 alumnos inscritos en preescolar, y 947 mil 5 en primaria; mientras que en telesecundarias se registraron 1 millón 232 mil 982 estudiantes.
La población entre 3 y 14 años en los estados sede de las ENR fluctúa entre el 24 y el 29.5 por ciento del total. Según el INEE, los estados con menor nivel de desarrollo, como Guerrero, Chiapas y Oaxaca, presentan los índices más altos de estudiantes del nivel básico y de población rural. No obstante, es ahí donde la permanencia de las normales ha sido mayormente amenazada.
Tal es el caso de la ENR Mactumactzá Pantaleón Domínguez, de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. En 2003, sufrió un primer intento de cierre y cancelación de nuevo ingreso; sin embargo, la manifestación de los normalistas logró que un año después fuera reabierta la convocatoria. Actualmente la escuela ya no funciona como internado y aunque el gobierno de Juan Sabines se comprometió a crear nuevas instalaciones, el objetivo es acabar con la organización estudiantil.
Zeferino Torreblanca, gobernador de Guerrero, intentó reducir la matrícula estudiantil de la ENR Raúl Isidro Burgos en 2007. Abiertamente declaró que el objetivo de su administración era acabar con el “desorden” que, según él, priva en la escuela de Ayotzinapa. Año con año, los estudiantes deben movilizarse para que el nuevo ingreso no sea cancelado.
Educación rural
El INEE describe que el grado de urbanización en México propicia que la población rural se disperse en un gran número de localidades muy pequeñas, de menos de 100 habitantes. En su informe La calidad de la educación básica en México 2006, explica que el aumento de estos asentamientos dificulta la provisión de servicios educativos.
En 2000, se tenían registradas 6 mil 875 localidades rurales con una población que va de los 1 mil a los 4 mil 999 habitantes; 191 mil 33, con menos de 1 mil habitantes. Hasta 2005, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática contó 137 mil 487 localidades con menos de 100 habitantes en México; en 1995, 151 mil 305.
“En una localidad de menos de 100 habitantes –expone– no hay un número suficiente de niños en edad escolar que justifique la creación de escuelas convencionales. Por esta razón, la oferta educativa creció con características ajustadas a la dispersión de la población rural, como primarias multigrado, telesecundarias, cursos y preescolares comunitarios.”
Al respecto, el INEE expone que la limitación de recursos para practicar dichos modelos los lleva a ofrecer un nivel de calidad inferior al de otros servicios: “Si se considera que los alumnos viven en condiciones menos favorables para el aprendizaje, la consecuencia de resultados inferiores no puede sorprender”.
Advierte, sin embargo, que el número de comunidades ha decrecido debido a la migración. “La demanda es atendida en zonas urbanas por servicios propios de las zonas rurales aisladas, probablemente con carencias similares, lo que reforzaría las brechas en la calidad”.
En México, 34 de cada 100 instituciones son multigrado, condición que prevalece en 66 de cada 100 escuelas indígenas. En planteles bajo esta modalidad, uno o más docentes están a cargo de dos a seis grados a la vez. En el reporte Panorama educativo de México. Indicadores del sistema educativo nacional 2007, el instituto observa que “el porcentaje refleja la falta de docentes para atender alumnos de diversos grados y edades”.
Durante el periodo 2006-2007, las primarias multigrado recibieron a 1 millón 9 mil 775 niños y 268 mil 463 niños indígenas. Por modalidad, el 11.5 por ciento de estas escuelas son unitarias, el 12.9 por ciento del total son bidocentes y el 9.4 por ciento son tridocentes. En las primarias indígenas, las estadísticas aumentan: el 26.8 por ciento son escuelas unitarias, el 23.2 por ciento bidocentes, y el 16.2 por ciento tridocentes.
En relación con las telesecundarias, 1 mil 320 son unitarias y 2 mil 116 son bidocentes. “Las escuelas unitarias representan el mayor reto para el docente, puesto que debe trabajar con todos los grados de primaria de manera simultánea”.
Otro factor de retroceso es la interrupción de estudios. El INEE enuncia que ello ocurre con más frecuencia en los estados con alta población rural. En primarias indígenas, la mitad de los alumnos no la cursan de acuerdo con una trayectoria ideal, es decir, que alcancen el último grado en el tiempo establecido para ello. Mientras en las primarias generales la probabilidad de que alumnos avancen de acuerdo con la edad normativa es de 0.74, en primarias indígenas es de apenas 0.53.
“Esta realidad perpetua las disparidades –apunta el organismo–, y en este sentido, es necesario hacer mayores esfuerzos a fin de garantizar que los alumnos cursen la educación básica con más probabilidades de éxito”.
El informe ¿Avanza o retrocede la calidad educativa? Tendencias y perspectivas de la educación básica en México expone que en 2007, en tanto que alumnos de sexto grado en primarias públicas urbanas obtuvieron puntajes de 516 y 512 en evaluaciones de español y matemáticas, en escuelas públicas rurales alcanzaron 482 y 486, respectivamente.
En 2007, el Examen de la Calidad y el Logro Educativo de español arrojó que el 20.5 por ciento de los estudiantes de sexto grado en primarias rurales están por debajo del nivel básico y en escuelas indígenas el porcentaje aumenta hasta el 47.3 por ciento. En contraste, sólo el 10.6 por ciento del alumnado del último grado en primarias urbanas entró en dicha categoría.
En 2005, el 12 por ciento de estudiantes del último grado en escuelas urbanas se sitúo en un nivel inferior de competencia en lectura, mientras que en rurales el 23 por ciento no alcanzó una calificación satisfactoria; no obstante, de 2000 a 2005 los estudiantes de primarias rurales aumentaron en 22 puntos su desempeño en lectura.
En relación con el nivel de secundaria, estudiantes del último año alcanzaron puntajes de 512 y 505 en lectura y matemáticas en escuelas públicas, y de 461 y 467 en telesecundarias. A diferencia de lo registrado en primaria, entre 2000 y 2005 el desempeño en lectura disminuyó 10 puntos y en matemáticas 20.
“La ausencia de mejora –explica el INEE– se debe en parte al hecho de que el nivel todavía crece, lo que implica no sólo atender cada año un número mayor de alumnos, sino también una mayor proporción de jóvenes que provienen de sectores más desfavorecidos de la población que, además, son atendidos principalmente en el tipo de servicio que cuenta con menos recursos humanos y materiales: las telesecundarias”.
Señala que la combinación de factores, como que los alumnos provengan de medios desfavorecidos y las carencias de los modelos educativos, lleva a que los estudiantes atendidos alcancen niveles de aprendizaje inferiores a los que se consiguen con otros servicios.
“Desconocer las normales rurales es desconocer la fuerza de un siglo”
Rosa María Torres Hernández, investigadora de la Universidad Pedagógica Nacional, dice que desconocer los 88 años de existencia de las escuelas normales rurales es no entender su dinámica social. Sólo distinguiendo su historia, advierte, será posible encontrar soluciones.
“Es como no reconocer la fuerza de un siglo”, sostiene la autora de la tesis doctoral Las trayectorias institucionales y académicas en la Escuela Normal Rural El Mexe, el Centro Regional de Educación Normal Benito Juárez y la Escuela Normal de Ecatepec.
Sobre el modelo educativo, que califica como vital en la posrevolución, señala que no se debe entender por “pesos y centavos”, sino por instituciones que comparten una identidad: “Fueron las representantes de la modernidad llevada a las entidades federativas. Ahora ya no estamos en la lógica nacionalista y se ven diferentes. Hoy se quiere desconocer eso y van a encontrar mucha resistencia”.
Abunda en que es difícil que los alumnos y egresados, herederos de un siglo y que forman parte de la historia política y la lucha por la reforma democrática, acepten que el normalismo rural desaparezca, pues no sólo los une la institución, sino una identidad: “Se afianzan sobre sus mismos principios y se reconocen en los mismos principios que los fundaron; es una forma de pertenencia”.
La académica reitera que este modelo aún es importante. Toda vez que exista la pobreza y la marginación, las normales rurales se sentirán convocadas a privilegiar causas sociales: “Hay una defensa de los derechos de los niños, humanos y de la buena enseñanza equitativa, donde da lo mismo si van a una escuela de ciudad o de un pueblo; aprenden lo mismo aquí y allá”.
Expone que pese a provenir de otras regiones y vivir internados, los estudiantes tienen la capacidad y la formación para entender el contexto de las comunidades rurales. Además, la candidata a doctora alerta que las normales rurales están en una posición muy frágil y es difícil que se inserten en el esquema educativo actual.
Recuerda que desde su origen hasta la actualidad, los cambios sufridos por estas instituciones han sido terribles, sin embargo, han logrado conservar su estructura. Aún así, enuncia que los alumnos tienen la firme intención de hacer un cambio, pero “el gran problema son los intereses internos y externos en esas instituciones”.
Respecto a la conversión de las normales rurales en otros modelos educativos, Torres admite que no es conveniente; “no es sólo un problema de negociación o del levantamiento de alumnos, tiene que ver con el nexo que tienen los estudiantes con las comunidades, con otros grupos y con el gobierno federal o estatal”.
Asimismo, observa que los gobiernos buscan generar una imagen de los estudiantes rurales como “perturbadores”. La investigadora dice no creer en el maniqueísmo de que a todas las normales rurales se les quiera destruir, como tampoco que sean subversivas o que, por el contrario, tengan todo el apoyo para sobrevivir: “Hay un mito sobre que lo que huele a izquierda es puro, y que quienes están ahí son revoltosos o que no tienen nivel académico. Ello contribuye al ataque y a que la opinión pública no sepa distinguirlo”.
No obstante, dice que se debe intervenir para que la situación de las normales rurales mejore. Menciona que al interior de las instituciones también debe haber responsabilidad. Ello, explica, porque del mismo modo los normalistas están obligados a conocer bien su historia: “No solamente los momentos de gloria, sino en los que no la ha habido”. En su opinión, existe “cierto clientelismo” en la planta docente, además de “arbitrariedades” en algunos consejos estudiantiles. (PM)

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